Pues después de tanto tiempo sin escribir, me gustaría retomar este blog poco a poco, porque con un egipcio y dos medio egipcios, la cosa no da mucho de sí.
Así pues, varios años y una pandemia después, queda reinaugurado mi blog "Viviendo con un egipcio y medio"!!! Aunque ahora ya son dos medios.
El pasado verano, volvimos a nuestro piso en Luxor a disfrutar, o sufrir, con la familia jeje.
Pasamos 20 días de vacaciones en los que nos dio tiempo de disfrutar y mucho, de la familia, de la comida, de algunas costumbres... pero también de terminar hartos y refritos de la familia, la comida y algunas costumbres. 😝
Después de algunos días en la ciudad, fuimos a cumplir con un recado que nos habían encargado unos buenos amigos de Madrid totalmente enamorados de Luxor. Teníamos que recoger un colgante de oro en una de las joyerías que hay en la calle frente al templo de Luxor. Estando en la salida ya de la joyería despidiéndonos del joyero y el intermediario, escuchamos de repente unos gritos tremendos y un sonido de cascos de caballo al galope.
A esa hora de la tarde, la calle frente al templo estaba llena de coches, motos, calesas y viandantes. Los gritos seguían y nos volvimos todos a mirar qué pasaba. Lo que pasaba era que un caballo de una calesa se había desbocado y corría al galope sin ningún control en medio de la calle abarrotada mientras el calesero tiraba de las riendas e intentaba controlar a su caballo.
Los coches intentaban apartarse, la gente huía entre asustada y sorprendida, una pareja de muchachas locales consiguieron evitar caballo y calesa en el último momento con un quiebro de cadera, mientras nosotros, desde la acera, veíamos impotentes acercarse a la calesa hacia el tráfico parado en el cruce de la calle con la de la estación del tren, otra de las vías principales de la ciudad y muy transitada.
Y claro, pasó lo que tenía que pasar, el calesero no fue capaz de controlar el caballo, los vehículos parados en el cruce de calles no pudieron apartarse a tiempo y aunque el caballo pudo evitar chocar contra otra calesa la propia calesa chocó a toda velocidad con la de delante que estaba parada y el golpe fue monumental.
El choque fue tan violento, que el caballo desbocado quedó tumbado patas arriba sobre el asfalto y completamente enredado en los aparejos que lo ataban a su calesa relinchando como loco e intentando levantarse sin conseguir nada más que enredarse más y hacerse más daño.
Acudimos rápidamente a intentar ayudar de alguna manera. Otros caleseros acudieron en ayuda del accidentado y nos pidieron apartarnos para no molestar o terminar heridos o golpeados por el caballo que estaba muy asustado aún. Empezaron a desenganchar al animal para poder desenredarlo de los aparejos y hasta ahí la cosa iba medio bien, aún cuando yo ya estaba enfadada por lo peligroso de la situación vivida y por saber lo mal que tratan los caleseros a sus animales.
Después de conseguir soltar al caballo, éste quedó tumbado en el asfalto y no podía levantarse así que a su dueño no se le ocurrió más que empezar a pegarle con el látigo para azuzarlo, cuando el pobre caballo aún estaba nervioso y muy alterado porque no conseguía levantarse. Ahí ya no me pude callar y empecé a gritarle al calesero que dejara de pegar al pobre animal y que lo calmara para poder ayudarle a levantarse, claro todo en español y gritando como una loca.
Por supuesto, el hombre me miró pero no me hizo ni caso y siguió pegando al caballo tumbado patas arriba.
Otro calesero se acercó a ayudar y con más acierto, tapó los ojos al caballo con un trapo y lo intentó calmar suavemente mientras me decía que no pasaba nada y que todo estaba bien en español chapurreado. El animal se tranquilizó y pudo ponerse en pie, aunque seguía bastante alterado. El calesero que ayudó se acercó a decirme que el caballo estaba bien y que no pasaba nada, y claro, no me quedé callada, así que le contesté que los extranjeros ya no queremos montar en sus calesas, cuando me preguntó sorprendido que por qué le dije que maltratan a sus caballos y nos volvimos a meter a la joyería.
Una vez dentro, el dueño nos confesó que los caleseros se han hecho los dueños de la calle frente al templo y ni la policía consigue nada con ellos, nadie les dice nada porque hacen y deshacen a su antojo sin que ninguna autoridad sea capaz de controlarlos.
Nos pasó que al cruzar por un paso de peatones con semáforo, que por fin empiezan los egipcios a respetar frente al templo, una calesa casi nos atropelló y al gritarle mi marido que el semáforo estaba rojo, el calesero empezó a reir y nos gritó que ellos hacen lo que quieren y que no tienen que respetar los semáforos mientras se alejaba a toda velocidad.
No se dan cuenta, pero están destrozando su propio futuro maltratando a los animales que les dan de comer, los caballos están escuálidos, sucios y les hacen trabajar largas horas con un calor sofocante sin preocuparse lo más mínimo del bienestar del animal y cada vez más turistas se niegan a ser cómplices de ese maltrato.
¿Qué os parece a los que habéis estado alguna vez en Egipto?